El sol poderoso
brilla en la vereda
y aun así el frío
se resiste afuera:
el aire de otoño
trae historias viejas.
Ya casi es la tarde.
Pero, amarillenta,
se empeña en quedarse
en casa la siesta.


Ellas en sus camas
descansan, ¡tan bellas!
Yo las veo y sueño
el sueño que rezan.
¿Que duendes lejanos
ensayan piruetas?
¿Que hadas hermosas
arman una fiesta?
Sonidos dormidos,
doradas sirenas
despiertan despacio
lejanas riveras.


Yo las veo y siento
que mi alma se aquieta
y en lo mas profundo,
una alegre pena.
Las veo y sonrío:
por dentro, quisiera
que se quede un rato
mas aquí la siesta.

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